viernes, 16 de mayo de 2008

Cuando Senna y Mansell llevaban txapela


Dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor, y aunque el aserto popular suele llevar abundante metralla en sus entrañas, lo cierto es que en esto de la F1 hemos salido ganando con el paso de los años; y me atrevo a afirmarlo porque a pesar de las enormes lagunas artificiales que se originan en cuanto alguno de nuestros adalides de la pluma o el verbo pone su torpes manos o voz sobre nuestro amado deporte, hay que reconocer que ha habido momentos mucho peores, y que para descubrirlos no hace falta echar la cabeza muy atrás.

Si la diferencia más notable de nuestro hoy deportivo con aquél pasado añejo que me he permitido rescatar, es que el aficionado medio tiene a su disposición un ingente caudal de recursos informativos (revistas generales, especializadas, semanarios, prensa diaria, espacios dedicados al mundo del motor en la televisión, Internet, etcétera), la verdad es que en algunos aspectos la cosa parece no haber cambiado demasiado.

Y lo sé porque formo parte de esa generación de aficionados que se crió en F1 bajo la tutela de un puñado de periodistas que naufragaban estrepitosamente, día sí y día también, intentando explicar lo que la tele de los 70 tenía a bien contarnos —nada del otro jueves: algún recorte sobre los G.P. de España y Mónaco que se insertaban como inevitable relleno en mitad de las interminables crónicas de fútbol—, y que cuando no se ahogaban solían meterse hasta el cuello en auténticos fangales.

Dicho esto, ante el paulatino crecimiento de las quejas sobre el paupérrimo nivel de alguno de nuestros especialistas (yo mismo las escenifico de vez en cuando), me gustaría recordar, por si sirve de algo, que en lo que me atañe, a aquella mi adolescencia saturada de carencias informativas debo la solidez de mi formación (que por ser sincero debo decir que no es mucha), y que aunque pueda parecerlo, no hay ningún contrasentido en ello, pues a fuerza de intentar solventar mi ignorancia fui descubriendo la suya (la de los periodistas deportivos que me tocaron, se entiende), lo que amén de llenarme de gozo me ha resultado tremendamente útil con el paso del tiempo, pues en esto, como en otras tantas cosas, soy autodidacta por falta de alternativas o de mejor remedio, lo que bien mirado siempre ha sido un acicate para la evolución del género humano.

Del actual estado de cosas yo entresaco, con cierto optimismo, lo admito, que si hay desilusiones, bien está que las haya, porque ello significa que el nivel de exigencia ha mejorado y crecido, lo que sin duda supone un serio aldabonazo para que en el presente los especialistas se lo tomen un poco más en serio, y en un futuro cercano la apertura de un escenario con mejor formación y más alternativas en el que seguirá habiendo carencias a uno y otro lado, admitámoslo.

Si hoy nos quejamos de lo sesgado o poco atinado de los comentarios de un Antonio Lobato, de un Gonzalo Serrano, o de los numerosos desaciertos técnicos que riegan nuestro panorama informativo, o de las carencias que paren monstruos (atentos a la aleta en el cubrecapot, arrogada hoy como novedoso invento a Red Bull, pero que fue aplicada en 1995 en el MP4/10 que condujeron, entre otros, Hakkinen y Mansell), bien está que recordemos que hace bastante tiempo (1981) era posible escuchar por televisión que el feo Ferrari 126C con que Gilles Villeneuve mantenía a raya a cuatro perseguidores, cerrando una y otra vez toda posibilidad de adelantamiento en el ya jubilado circuito del Jarama, disponía de un motor boxer 12 cilindros que ya había quedado totalmente obsoleto (sic).

Lo de menos es que efectivamente el bendito boxer 12 cilindros de Ferrari había quedado tan obsoleto que había sido abandonado al finalizar la temporada anterior, siendo sustituido por el 126CK 021/1 que montaba el primer monoplaza de Maranello que iba propulsado por un motor turbo (el 126CK), lo reseñable era el ahínco con que Pepe Díez (hoy colaborador de Magazin Motor) manejaba las especificaciones del motor del Ferrari de la temporada anterior, el 312 T5, como si tal cosa…

Y es que hace poco más de una década, el mismo Pepe Díez, con su acento duro, ante la dificultad de pronunciar correctamente Ayrton o Nigel, optaba por los más resultones y sintéticos Aitor y Mikel, con lo que Senna y Mansell, durante algunos años, parecieron sendos vecinos de la vizcaína Amorebieta-Etxano…

Sí, hemos salido ganando, y mucho.

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